―Mañana parte el vuelo a Estambul ―dice ella y él sonríe porque sabe que empieza a delirar―. A Estambul ―repite―, avión con un solo pasajero ―y toma el helado junto al tiempo para empezar a reconocerse―. ¿Qué más hicimos? ―pregunta.
―Mi amor ―dice él―, muchas cosas. Nos recostamos en la plaza, te colgaste los anteojos para sol y anudaste tu pañuelo. Miraste al cielo y así supe que te perdía. «Es triste porque es triste», dijiste, «pero es más triste porque yo sabía, yo te dije que ibas a perderte».
―¿Qué más hicimos? ―pregunta ella.
―Mi amor, muchas cosas.