Idea

Me agregaste.

Ahora leo tu ánimo sobre una pared de bits; tu pensamiento y exabruptos sintetizados en un ciego ventanal. Veo tus viajes por el mundo, tus autorretratos en foco crítico, tus manos amasando spaghettis. Por los íconos de tu rincón sé de tus consumos favoritos; de los enlaces colgados a tu muro pende aquello en lo que gastás tu tiempo.

El número de nombres que componen tu colmena me habla de lo mucho que abrís tu espacio o de lo poco que te importa. Pertenezco ahora a una comunidad métrica de maniquíes con quienes comparto un raro privilegio: testigo gris ser de tus horas, de las porciones de las horas que elegís exhibir.

Leo tu mudo diálogo con completos desconocidos y mudo testigo soy de verdades que bien podrían ser mentiras de gente que te ignora lo mismo que te aprecia.

Entre acrobacias de irq te veo ir y venir, modelar, dibujar, callar, cortar y pegar. Sé el minuto exacto en que asomaste por última vez. Sé por eso si madrugaste, sé por eso si un sábado a la noche decidiste quedarte en casa. Sé dónde dijiste que irías, sé de tu escuela secundaria y puedo darme cuenta de quién es tu mejor amiga. Deduzco cuáles son las cosas que te hacen reír y supongo aquellas que te indignan.

Si pronuncio tu nombre, si te llamo, si pliego el índice sobre una palabra subrayada, me encontraré convocando nuestro secreto a los ojos de los demás, y vos y yo no seremos nunca lo que nunca fuimos. Recortes decidimos ser, como vos, quienes te seguimos, te espiamos; pliegues de un abanico circular como en un kirigami y cuán frustrante es que hayas andado por acá y no hayas andado conmigo.

Corriste la cortina del escenario sobre el que tu universo se representa en objetos y seres intangibles, y me invitaste a observar la danza febril de colores y estados: si quiero contemplo, si quiero, aunque quieto, bailo.

Me agregaste a tu Facebook.

Esa no era precisamente mi idea cuando te propuse conocernos.

Guillermo Imsteyf